¨Trotaconventos: las usan las sultanas.

Compradora: ¿No será pecado?

Trotaconventos: ¿No es eso lo que buscáis?

Conversación en torno a la venta de una tela

Película El buen amor de Aznar, 1975

En los siguientes párrafos quiero pensar en la película del libro homónimo El libro del buen amor de Tomás Aznar en relación al desarrollo del cine español marcado por el franquismo y al libro mismo que, pese a moralizante, posee una apertura a lo otro que no logra definirse pero que asume el desafío de la apertura constante, pues desde la interpretación no permite fijar significado atribuido a un significante, y si se fija más bien indica a quien interpreta.

La película es del año 1975, año en que justamente Franco muere, lo que da paso a una apertura del imaginario sobre lo nacional cada vez mayor pero que mantiene la herencia del régimen franquista, el cual por asuntos de mantención del poder, se esforzó por censurar aquellas propuestas que amenazaban la estabilidad de los valores promulgados por el régimen, es decir, aquellas que se desviaban a “lo otro” como camino no recorrido y por ende incierto de propiciar interpretaciones favorables al régimen (Higginbotham, 1988, pp.8-9). En este sentido, Jordan (2000) señala que la apertura a lo otro como “nuevo” y “diverso” en el cine, es una política para indicar viabilidad comercial (citado por Triana-Toribio, 2003, p.147) en vistas de la integración económica a un ente mayor como lo es la unión europea, de la cual España comienza a formar parte dos años después. Triana-Toribio (2003) señala que el regreso del cine a lo costumbrista/castizo/local fue en cierta medida tras el no percibir los beneficios asumidos con la integración y consecuente apertura (p.153), si bien luego precisa que este regreso no excluye del todo la apertura, pues siendo distinto el escenario histórico las herramientas empleadas difieren de las usuales. Más aún, siguiendo Higginbotham (1988), debido a la estrechez económica y a la censura, se hizo usual la participación en las Copros (p.15), lo que hace imposible pensar en aquello español aislado de lo no español y complejiza el análisis trayendo opiniones encontradas y mostrando la importancia del intérprete (quien hace las distinciones), como prueba la existencia de distintas versiones de un director como el caso de Bergman; un “falso” Bergman para España y un “original” Bergman para el resto del mundo (Higginbotham, 1988, p.16)1.

En El libro del buen amor también se hace imposible aislar los elementos y quizás sea por ello la importancia de la trotaconventos en la obra, que es quien conecta a los amantes mediante tretas del lenguaje (estrofa 1511), pero que no dice que es qué es, no limita a un significado, lo que tiene un correlato en varias escenas de la película. Interesante por ejemplo es que la trotaconventos no señale qué dicen las cartas del destino con precisión pero que a la vez aconseje provocarle celos a la mujer deseada por Juan Ruiz, apuntando de este modo a “lo bajo” para llegar “a lo alto” que es el designo, logrando el amor en un instante que se fuga por la muerte de la mujer. Pareciera ser entonces como si lo divino fuese inapresable pero posible de capturarse por un momento como el relámpago que aparece ya al final de la película. En medio del caos de la peste, situados delante de la cruz, símbolo de la pasión de Dios por su creación, Juan (quien es guiado siempre por su deseo carnal) rechaza el deseo de una mujer que, desobedeciendo la ley que la rige (el hábito en su doble sentido), parece querer responder positivamente al deseo carnal (acá sólo se sugiere por el gesto del rostro que anhela). Tras la negativa de Juan, la monja toma el látigo pero lo deja sobre su cama a la vez que toma la rosa colorada (símbolo del amor romántico) que estaba sobre su cama y la empuña, acción que no niega al látigo ya que empuña la rosa hasta herirse (tampoco vemos la sangre, sólo se sugiere).

Estos dobleces me animan a pensar en la dificultades que hay de pensar lo nacional (representar la obra medieval en este momento histórico es un gesto interesante que abre y cierra la interpretación, como la misma obra de Juan Ruiz). Me refiero a lo nacional en cuanto a exclusión de lo otro o “integración”, apertura o cierre, en la ida hacia lo otro como hacia sí mismo por cuanto ambos, primero, están llenos del término que parecen rechazar, pero también porque hacer familiar lo otro es descorrer el límite pero trazarlo, y a la inversa, desconocer lo propio es trazarse otro, y el otro puede comenzar muy cerca allí donde la sociedad margina (la distinción es tramposa). Así como el interés comercial puede ser el fundamento de la apertura al otro que más que abrirse al otro se abre a un interés particular, también la ida hacia lo propio es tramposa y puede la nostalgia hacia el pasado evitar la confrontación del atrás inmediato que es el período franquista y sus crueldades, como señala Triana-Toribio (p 153). Con todo y pese a las complicaciones, los dobleces en la película sugieren un correlato con El libro del buen amor y el momento histórico surgido con la muerte de franco, siendo en sí el doblez una metáfora de la apertura también que bien puede ser constante, aunque siempre tramposa como intenté sugerir, .

1Se podría también cuestionar qué tan falso es aquel Bergman censurado en España por cuanto la recepción de España de su obra bosqueja también la figura del autor.

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